viernes, diciembre 30, 2005

Identidad


“Hay que hacer una revolución a la chilena”
Salvador Allende.

Somos un país esponja y no refiero al mono de la televisión, sino a nuestra extraña y eficaz capacidad de aceptar conocimientos creados por otros para otros que no tienen ninguna similitud con nuestra identidad y valores nacionales como válidos e incuestionables. Es tal la situación que cualquier idea que esté rotulada “made EEUU” o nos huela a Unión Europea es validada “in fact”.
Después de vivir cerca de un año en Nueva Zelanda y crear lazos afectivos con gente de otras nacionalidades me dí cuenta que me globalice. Podía conversar con amigos de música -traté de inmortalizar a Eltohn John con un par de wiskys en un karaoke de Welligton-. Mirábamos los jeans Robert Lewis, soñamos alguna vez con un Ferrari Testaroza rojo, disfrutamos de las Olimpiadas y hablábamos de los reallity. Fue tal el grado de similitud que mí hermano “falling in love” a Caroline, su pareja neocelandesa y pronto traerán al mundo a la primera Ibieta nacida por esos lados, saliendo a clubes y ayudándola con sus tareas de español.
Sin embargo, dentro del grupo habían dos japoneses Kaza y Mazu. Siempre me llamaron la atención y me acerque a ellos en el instituto donde íbamos a clases de inglés gratis –hubo que trabajar y duro para pagar los gastos en NZ, una ayuda por parte del gobierno no era mala idea-. Su país siempre me ha llamado la atención por la peculiar forma de gobierno que tuvieron, imagínense que la declaración de rendición en la Segunda Guerra Mundial del Emperador fue la primera vez que muchos de ellos lo vieron, raro. Ahora “nuestros emperadores parlamentarios” están más visibles así que aproveche de verlos en vivo y en directo.
Aunque no fue a hasta que un día me invitaron al “loft” que compartían que me di cuenta de su respeto por las tradiciones. En realidad mí primera vez fue un fiasco: llegué tarde alrededor de cinco minutos. Entré al dpto con zapatos, me pidieron que me los sacara y los dejara al lado de la puerta. A Mazami y Chika, dos chicas invitadas las salude de beso y además les tire el típico piropo chileno, mal de entrada y me lo hicieron sentir. Aunque compartíamos el gusto por la música pop de moda, bebíamos animadamente cerveza o vino y salíamos a bailar a los clubes de Courtney Place, ellos no transaron con sus tradiciones y valores.
Ellos si que eran “innovadores”, sin darme cuenta se acomodaban a mí estilo sin perder nada de su identidad. Respetaban su pasado y el mío. Dentro de su “ pequeña embajada” mantenía viva sus costumbres sin desconocer que todos éramos inmigrantes. Aprendieron de los “newzelanders” , sin duda, pero no adoptaron las “verdades” que violaban sus costumbres, si incluso Kaza sacó un MBA en Australia. Pero siempre son japoneses.
Aprendí a hablar algo de inglés, llegó a la hora a cualquier parte, respeto más a las personas y me convencí que la única forma de llegar a ser desarrollados es tirando todos para el mismo lado. Pero para hacerlo debemos llevar esas “verdades foráneas”a nuestro “mismo lado”, a nuestro ser, al ser de los chilenos, a nuestra identidad.

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